El blog de Ismael Sánchez, donde informarte sobre su actividad y declaraciones

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Cuando una carta puede marcar la diferencia. A Diana.

9 Oct, 2025 | Noticias, Reflexiones

Hay días en que me despierto con el eco de aquella primera vez: te acompañé a la Unidad Móvil situada a la espalda del Centro de Salud de La Plata. No lo sabíamos aún, pero ese sería el comienzo de una travesía que no quisiste, que no quisimos, pero que pronto se convirtió en nuestra rutina: esperas, llamadas, incertidumbres, traslados. Aquella primera mirada al mamógrafo, la palpación del silencio, el “habrá que esperar resultados”… y de ahí, paso a paso, centro de salud de Pino Montano, Policlínico, San Lázaro, Hospital Macarena.

El 22 de julio marcó un antes y un después: saliste del quirófano con el peso de una experiencia que parecía nos aterraba a todos menos a ti. Saliste con la certeza de que tenías que resistir. Has resistido. Has avanzado. Has devuelto esperanza a quienes, como tú, han tenido que enfrentarse a lo desconocido con valor. Lo has contado sin miedo, te has fotografiado cada semana.

Y sin embargo, no puedo evitar que se agriete mi tranquilidad al pensar que tu camino —aunque doloroso— pudo tener otro desenlace. Que ese otro destino, silencioso y cruel, se llevó a muchas mujeres que jamás recibieron una carta, una llamada, una explicación. Porque lo que te ha pasado no puede depender de la suerte. Y me indigna, me quita el sueño.

Hoy todo el mundo habla del escándalo que ha sacudido en nuestra tierra, Andalucía: al menos 2.000 mujeres no fueron informadas de resultados de mamografías consideradas “dudosos” por fallos en el sistema de cribado del Servicio Andaluz de Salud (SAS).

La consejera de Salud, Rocío Hernández, aunque el nombre es lo de menos, ha presentado su dimisión como consecuencia de la presión social, política y mediática. Es la tercera consejera en esta legislatura. Pero esa renuncia es solo el gesto más visible: ¿quién paga el daño ya hecho? ¿Quién devolverá a las familias tantas vidas mutiladas por el silencio administrativo, los supuestos errores que no son otra cosa que la consecuencia del deterioro de la sanidad pública y la privatización? ¿Qué mecanismos reales van a implantarse para que esto no vuelva a repetirse? Ya te lo digo yo, ninguno. Pueden dimitir 3 o 23, que el problema es estructural, es de modelo.

No puedo contener la rabia cuando leo que asociaciones como Amama denuncian que hay mujeres que murieron debido al retraso en pruebas complementarias. Cómo dicen que algunas nunca recibieron la carta, ni la comunicación, ni la segunda prueba que su cuerpo pedía. Cómo el Defensor del Paciente ya ha presentado una denuncia ante la Fiscalía por el colapso del sistema, admitiendo que el número de afectadas podría ser muy superior a esas 2.000 que nos han dicho en toda Andalucía.

Diana, tú has sido afortunada. Pero tu victoria —maltrecha, dolorosa— no puede quedarse como excepción. No puedo dejar de pensar en esas mujeres que no tuvieron tu fuerza o que no les quedó tiempo. Que su cáncer avanzó en silencio, sin que nadie les dijera: “esto merece atención”.

No es justo que la salud pública se convierta en una ruleta rusa: que tu diagnóstico dependa de que alguien haya abierto una oficina privada y haya hecho cálculos contables, que dependa de qué empresa reciba un contrato de diagnóstico, que dependa de si un protocolo desactualizado prioriza el ahorro sobre la vida. Que alguien decidiera que era más importante una caja registradora que tu derecho a saber, a intervenir, a sanar.

No podemos conformarnos con que dimita una consejera. No basta. Debe crearse una comisión independiente, con afectadas, peritos, juristas. Deben depurarse responsabilidades penales y políticas. Debe fortalecerse la inversión en medios, personal, equipos, seguimiento real. Debe frenarse cualquier privatización encubierta o externalización que revierta derechos fundamentales.

Tú me demostraste que la lucha no es solo médica: es ética, política y social, y sobre todo, que es colectiva. Que no se trata solo de resistir una enfermedad, sino de reclamar dignidad al sistema, dignidad para cada mujer, para cada cuerpo que sufre. Que no aceptaremos jamás que la salud sea un privilegio cuando es un derecho.

Hoy, mientras el cielo se vuelve gris afuera, me aferro a tu luz y a la de todas las mujeres que se levantan y marchan frente al SAS con pancartas y lágrimas. Vimos ayer cómo miles reclamaron sus vidas, porque —como se ha gritado— “nuestra vida no puede esperar”.

Y aunque tu caso seguro tendrá un final con esperanza, jamás se me va a borrar el escalofrío de pensar lo que pudo haber sido. Cada mañana que despierto agradezco tu existencia. Pero no podemos conformarnos con agradecer. Hay que exigir. Hay que actuar. Hay que rebelarse, protestar, denunciar. Que esa culpa institucional no se quede en un titular ni en una dimisión.

Porque hay cosas que deben estar por encima de todo, y la salud y la sanidad pública son una de ellas.

Diana, gracias por seguir adelante. Y gracias a ti puedo escribir esto con el corazón en llamas por justicia, por memoria, por todas las que no se quedaron para contarlo.