Cada 2 de abril, el mundo se tiñe de azul para recordarnos algo que deberíamos tener presente los 365 días del año: que el respeto a la diversidad no es una opción, es un compromiso colectivo. Hoy, en el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, quiero compartir unas palabras desde mi experiencia como maestro de Educación Especial y como persona profundamente concienciada con la inclusión real.
He tenido la suerte de aprender de niñas y niños dentro del espectro del autismo. Digo «aprender» porque quienes trabajamos en educación sabemos bien que el proceso siempre es bidireccional. Me han enseñado a mirar el mundo desde otras formas de entenderlo, a escuchar más allá de las palabras, a valorar la calma, la estructura, la sinceridad sin filtros. Y, sobre todo, me han enseñado a no conformarme con un sistema que, muchas veces, no está pensado para ellas y ellos.
No basta con «aceptar» o «respetar», tenemos que transformar: transformar nuestras aulas, nuestros espacios públicos, nuestras políticas. Una ciudad inclusiva no es la que coloca un cartel el 2 de abril, sino la que garantiza recursos de apoyo en los colegios, programas de intervención temprana, plazas educativas suficientes, empleo con apoyo, y servicios específicos a lo largo de toda la vida.
Hoy también es un día para mirar críticamente lo que no funciona: las familias que siguen esperando diagnósticos, los recortes que golpean a los equipos de orientación, la falta de personal en las aulas, o la invisibilización que sufren muchas personas adultas dentro del espectro. Tenemos una responsabilidad como sociedad, y quienes ocupamos cargos públicos, más aún.
Como concejal en el Ayuntamiento de Sevilla, seguiré levantando la voz por una ciudad donde todas las personas, vivan como vivan, sean como sean, tengan su lugar. Y como maestro, seguiré aprendiendo de quienes me enseñaron que la diferencia no es un obstáculo, sino una riqueza.
Hoy, y todos los días, #InclusiónReal.